curso de escritura 9

No hay experiencia más frustrante (ni más común) que releer un texto propio y constatar que es mucho peor de lo que pensábamos.

¿Por qué ocurre esto?

¿Tus ideas eran peores de lo que imaginabas?

¿Tienes un problema de estilo?

¿Tienes menos talento del que creías tener?

Si a veces tus palabras te decepcionan no es porque no tengas talento.

Ni porque tengas un problema de estilo.

Ni porque tus ideas sean malas.

El problema es, en realidad, bastante sencillo.

Y tiene solución.

Aquí la tienes:


Dime si esta situación te suena.

Unos días atrás empezaste a escribir esa historia que tenías pendiente.

Tenías muchas expectativas puestas en ella pero, por ahora, no estás satisfecho con lo que has escrito.

Cuando relees tu trabajo, no le encuentras la gracia por ningún lado.
Incluso te cuesta recordar lo que pretendías decir con esta frase o con aquel párrafo.
Así que lees y relees.
Escribes y reescribes.
Y te pasas la mano por el pelo.
Y resoplas.
Y no sabes dónde está el problema.

¿Qué ocurre?

Cómo conseguir que las palabras te hagan caso.

La raíz del problema es simple: corres demasiado.
Escribir es más difícil de lo que parece y requiere tiempo y preparación.
Solemos imaginar que para dar forma a nuestras ideas basta con empezar a teclear.
Y puede que esto te ocurra de vez en cuando, pero es una experiencia tan maravillosa como excepcional.
La realidad es mucho más prosaica.
Conseguir comunicar nuestras ideas mediante palabras es un proceso tan difícil como laborioso.
En este artículo intento aclarar el porqué de esta dificultad y te propongo una estrategia para dividir el trabajo en pasos (relativamente) fáciles de digerir.
Lo que propongo es simple. Casi obvio. Pero apuesto a que, si lo pones en práctica, sentirás que la ofuscación se disipa y que las palabras, poco a poco, empiezan a hacerte caso.

1. Descubre qué es lo que (realmente) quieres decir.

Para comunicar algo, lo primero es tener claro lo que quieres decir.
¿Evidente?
No tanto…
Cuando una idea nos gusta, pensamos que sabemos por qué nos gusta. La realidad, sorprendentemente, es que no suele ser así.
Cualquier idea que imaginamos, cualquier sensación que experimentamos, está compuesta, en realidad, por una constelación de ideas y sensaciones. Ideas y sensaciones de las que solo somos conscientes a medias pero que son esenciales para que la idea principal, la que queremos comunicar, se comprenda.
El lector no está dentro de tu cabeza y si olvidas comunicar el contexto que da sentido a tu idea, corres el riesgo de ser como aquel que cuenta un chiste buenísimo y se olvida el detalle clave. Y no se ríe nadie.
Antes de empezar a escribir, dedica un tiempo a reflexionar sobre lo que quieres contar.
Detente.
Cierra los ojos.
Mira hacia adentro y observa cuidadosamente la escena que quieres mostrar.
¿Quieres describir la tormenta que se acerca? Fíjate en las nubes y en sus colores grises, azules y violetas. Fíjate en el viento y en las ráfagas frías que se vuelven cada vez más intensas. Fíjate en el relámpago y en como ilumina el cielo durante un instante. Fíjate en el trueno y en como su rugido retumba entre las montañas. Fíjate en la quietud que se instala en el aire justo antes de empezar a llover y como, por fin, grandes y redondas gotas empiezan a pintarse en el suelo.
Dedícale tiempo. Es un ejercicio más importante, más difícil y más revelador de lo que parece.

2. Haz inventario de lo que necesitas contar

Una vez tengas claro lo que quieres contar, conviene recopilarlo por escrito.
La mejor forma de hacerlo es crear una lista con todas las ideas, imágenes y sensaciones que configuran tu escena.
¿Por qué una lista?
Porque te permitirá recopilar todas las piezas del rompecabezas sin la presión de tener que hilvanarlas en un redactado coherente.
De hecho, si eres bueno con la mecanografía, puedes incluso escribir tu lista con los ojos cerrados, tomando notas directamente de la escena que ves en su imaginación.
Para que te hagas una idea del aspecto que debería tener este listado, aquí tienes un ejemplo sacado de un texto en el que estoy trabajando:
  • Ambientación medieval.
  • Un escritor sentado en una mesa. De espaldas.
  • Pelo largo y despeinado.
  • A pesar de su juventud, tiene la espalda ligeramente encorvada de tanto estar sentado frente a su escritorio.
  • Es el hijo único de una familia rica.
  • Es joven pero vive encerrado en casa.
  • Tiene las manos blancas y finas, de señor (salvo los dedos índice y pulgar de la mano derecha: estos los tiene manchados de tinta).
  • Escribe cubierto con una capa de piel marrón, para protegerse del intenso frío.
  • El escritorio es mucho más grande de lo que necesita.
  • En un rincón hay una vela quemada casi por completo (en este momento es de día, pero a menudo escribe de noche).
  • Escribe sobre un papel amarillento y rugoso.
  • La pluma que utiliza para escribir es de oca. 
  • El tintero es pequeño y está sucio. Lo cierra con un pequeño tapón de corcho.
  • La casa es de piedra. Está situada en un pueblo pequeño de montaña.
  • Está situada en la calle principal.
  • Por la calle sube un rebaño de ovejas.
  • El pastor y un vecino hablan a gritos.
  • Al otro lado de la calle hay una casa pequeña. Desde la ventana se ve el tejado.
  • Más lejos, se ve también un pequeño parado donde suelen pastar un par de caballos.
El listado era más extenso, pero no quiero aburrirte con él. Lo importante aquí es que tengas claro que este listado es solo para ti. No está escrito para que pueda entenderse ni para que sea elegante. Su único objetivo es ayudarte a recordar las piezas que forman tu composición.

3. Elige bien tu orden (porque altera mucho el producto)

Ahora que ya tienes las piezas que formarán tu construcción, toca decidir en qué orden las mostrarás.
Porque, en la escritura, el orden importa. Y mucho.
Es fácil olvidar que las palabras de tu texto llegan a la imaginación del lector
una
detrás
de
la
otra,
y si no eres cuidadoso al ordenarlas, la lectura de tus frases resultará difícil y desagradable.
Elegir un orden no es difícil, pero es fundamental.
Antes de empezar a ensamblar tu texto, dedica un tiempo a pensar cual es el orden que tiene más sentido para tu escena.
Si quieres mostrar una calle, puedes empezar a describirla por un extremo y progresar a lo largo de la misma hasta acabar en el otro.
Si quieres mostrar una pintura, puedes empezar con los elementos generales y, cuando el lector ya tenga un marco de referencia, dedicarte a describir los detalles.
Si quieres relatar la historia vital de un personaje, lo más natural es empezar por su infancia y seguir hasta el presente.
En el cuento que estoy escribiendo, para mostrar al escritor trabajando, decidí ordenar el texto emulando el recorrido de una cámara que:
  1. Entrase en la habitación por la espalda del escritor y le mostrara trabajando,
  2. Se detuviera un instante para contemplar la distribución de la sala y la vista que hay a través de la ventana
  3. Se acercara al escritor por encima del hombro para ver cómo estaba escribiendo con la pluma
  4. Se metiera dentro de la mente del escritor y mostrara la historia que estaba imaginando.
Sea cual sea el orden que elijas, lo importante es que lo tengas claro y que lo sigas fielmente. A ti te resultará más fácil escribir y al lector le resultará más comprender.

4. Redacta tu texto (sobre una hoja en blanco)

Una vez cubiertos los tres primeros puntos, tendrás ya en tus manos todo el material necesario para escribir tu texto con garantías.
No hablaré aquí de cuestiones de redactado, pero sí te daré una recomendación: empieza a escribir tu texto en un documento en blanco.
No escribas (o reescribas) encima del resultado de los apartados anteriores. Úsalos solo como referencia. Esto evitará que quedes encorsetado en el “formato lista” y te dará mucha más libertad creativa.
Para acabar, aquí tienes el borrador en el que muestro a mi escritor trabajando. ¿Puedes identificar en él el orden que comentaba en el punto anterior?
“Encorvado sobre el papel, cubierto con una capa, el escritor trabaja en su obra. A través de la ventana situada sobre su escritorio, se ve el tejado de la casa de enfrente y, más allá, un pequeño prado en el que pastan un par de caballos flacos. Desde la calle llega también el tintineo de un rebaño de ovejas que sube por el empedrado y la conversación, medio hablada, medio a gritos, entre el pastor y un vecino del pueblo.
El escritor, sin embargo, no ve ni oye nada de todo esto. El escritor escribe con prisa. Garabatea sin descanso con una pluma de oca, estirando la tinta hasta que la punta se seca y las letras se vuelven invisibles. Cuando esto sucede, se apresura a untarla de nuevo en el tintero y vuelve, tan deprisa como puede, a su mundo imaginario.”

¿Todo esto te parece mucho trabajo?

Pues tienes razón, porque lo es.
Muchos no querrán invertir tal cantidad de tiempo. Puedo comprenderlo, pero esto implica, mucho me temo, que la escritura no es para ellos.
Para el resto, para los que no nos asustamos ante un poco de trabajo, para los que queremos que nuestras palabras estén a la altura de nuestras ideas, es una buena forma de ponerse en marcha.
Y hablando de ponerse en marcha, ¿por qué no empezar ahora mismo?
A fin de cuentas, el futuro se construye en el presente.
Hazme (¿hazte?) el favor: no leas otro artículo. Ni veas otro video.
Ponte a escribir y construye, palabra a palabra, error a error, la habilidad con la que sueñas.

aquí termina lo que tenia preparado como curso, seguramente que ya después seguiré subiendo algunos otros consejos. espero te haya servido de algo. 
"trabaja duro, escribe con herramientas y verás resultados"

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