cumple años

Estoy seguro que hace mucho tiempo, hace muchas reencarnaciones; yo me llamaba Adán y seguramente tú te llamabas Eva. Lo sé porque cuando te pienso, cuando te escucho, cuando te hablo, te cuento, te busco, te extraño,… me siento en paraíso.
Tú dices que se trata de elección, pues yo te elijo; te elijo para curarme del egoísmo de hacer para ser yo. Y aprender a ser yo para ser de ti, para ti, por ti; ser esclavo por mi voluntad, de tu felicidad.
Y te elijo no porque seas el mejor partido, que si lo eres, te elijo porque me lo dice el alma, desde el primer hola, desde el primer suspiro.
Hoy por fin tengo una respuesta a lo que antes parecía un absurdo: ¿Cómo se puede comer de la fruta del pecado, habiendo tantos otros frutos?
Hoy quiero comer esa fruta si tú me la ofreces, porque me da igual, porque estando a tu lado, ¿quién quiere paraíso?
Mi niña feliz cumple, te deseo todo, las cosas buenas y los grandes logros, que yo estaré ahí para aplaudir.
Y no te deseo las cosas malas, pero van a pasar, porque es el precio del vivir, pero quiero que sepas que también estaré ahí para llevarte en mis brazos.
           Se libre siempre,
                     Se tuya siempre
                              Y no pares de bailar
                                        De gritar de ser libre,
                                                    Que yo con eso
                                                           Y por eso

                                                                        Te quiero. 

palabras que te alegran el alma







para Eli 07-08-17



Palabras para alegrar el alma.

Hay una niña que me pasa, me alegra,
me enciende, me escucha, me lee
Ella es licenciada, modista, sana, inteligente.

Tuvo un novio muy pequeña que le llenó de luz la vida,
Fuego que se extinguió quemándola y llenándola de cenizas.
Tuvo suerte pues duró poco, ahora… lo que pasa ahora
No asimilo.

Ella es muy rara, espiritual y tranquila, pero revolucionaria y libre.
Duerme poco y toma café por las mañanas,
Cuando se despierta me da los buenos días,
en audio, con su voz
Esa voz que ¡hay de mi! Cómo me gusta.

Hoy me ha dejado en la madrugada un letrero por las redes
Me apené, me sonrojé, … me enamoré.
  
Quizá me dé un poco de miedo,
Su sonrisa, esa por la que daría la vida
Esa que me imagino cada que escribo
Esa que sueño,
despierto y dormido.


Me da miedo porque tal vez no soy lo que necesita
Su sonrisa
Para brillar de nuevo.

Esa chica me dejó un letrero hoy
y me sonrojo
pero me gusta
me gusta tanto que
no me importa.

Hoy sólo quiero que lleguen las musas,
Que lleguen ideas
Para buscar la forma
De estar a su altura.

Hoy sólo quiero decirle
al oído
Que muero por que me dé
Más buenos  días
Como éste
Con palabras que me alegran

El alma.

curso de escritura 9

No hay experiencia más frustrante (ni más común) que releer un texto propio y constatar que es mucho peor de lo que pensábamos.

¿Por qué ocurre esto?

¿Tus ideas eran peores de lo que imaginabas?

¿Tienes un problema de estilo?

¿Tienes menos talento del que creías tener?

Si a veces tus palabras te decepcionan no es porque no tengas talento.

Ni porque tengas un problema de estilo.

Ni porque tus ideas sean malas.

El problema es, en realidad, bastante sencillo.

Y tiene solución.

Aquí la tienes:


Dime si esta situación te suena.

Unos días atrás empezaste a escribir esa historia que tenías pendiente.

Tenías muchas expectativas puestas en ella pero, por ahora, no estás satisfecho con lo que has escrito.

Cuando relees tu trabajo, no le encuentras la gracia por ningún lado.
Incluso te cuesta recordar lo que pretendías decir con esta frase o con aquel párrafo.
Así que lees y relees.
Escribes y reescribes.
Y te pasas la mano por el pelo.
Y resoplas.
Y no sabes dónde está el problema.

¿Qué ocurre?

Cómo conseguir que las palabras te hagan caso.

La raíz del problema es simple: corres demasiado.
Escribir es más difícil de lo que parece y requiere tiempo y preparación.
Solemos imaginar que para dar forma a nuestras ideas basta con empezar a teclear.
Y puede que esto te ocurra de vez en cuando, pero es una experiencia tan maravillosa como excepcional.
La realidad es mucho más prosaica.
Conseguir comunicar nuestras ideas mediante palabras es un proceso tan difícil como laborioso.
En este artículo intento aclarar el porqué de esta dificultad y te propongo una estrategia para dividir el trabajo en pasos (relativamente) fáciles de digerir.
Lo que propongo es simple. Casi obvio. Pero apuesto a que, si lo pones en práctica, sentirás que la ofuscación se disipa y que las palabras, poco a poco, empiezan a hacerte caso.

1. Descubre qué es lo que (realmente) quieres decir.

Para comunicar algo, lo primero es tener claro lo que quieres decir.
¿Evidente?
No tanto…
Cuando una idea nos gusta, pensamos que sabemos por qué nos gusta. La realidad, sorprendentemente, es que no suele ser así.
Cualquier idea que imaginamos, cualquier sensación que experimentamos, está compuesta, en realidad, por una constelación de ideas y sensaciones. Ideas y sensaciones de las que solo somos conscientes a medias pero que son esenciales para que la idea principal, la que queremos comunicar, se comprenda.
El lector no está dentro de tu cabeza y si olvidas comunicar el contexto que da sentido a tu idea, corres el riesgo de ser como aquel que cuenta un chiste buenísimo y se olvida el detalle clave. Y no se ríe nadie.
Antes de empezar a escribir, dedica un tiempo a reflexionar sobre lo que quieres contar.
Detente.
Cierra los ojos.
Mira hacia adentro y observa cuidadosamente la escena que quieres mostrar.
¿Quieres describir la tormenta que se acerca? Fíjate en las nubes y en sus colores grises, azules y violetas. Fíjate en el viento y en las ráfagas frías que se vuelven cada vez más intensas. Fíjate en el relámpago y en como ilumina el cielo durante un instante. Fíjate en el trueno y en como su rugido retumba entre las montañas. Fíjate en la quietud que se instala en el aire justo antes de empezar a llover y como, por fin, grandes y redondas gotas empiezan a pintarse en el suelo.
Dedícale tiempo. Es un ejercicio más importante, más difícil y más revelador de lo que parece.

2. Haz inventario de lo que necesitas contar

Una vez tengas claro lo que quieres contar, conviene recopilarlo por escrito.
La mejor forma de hacerlo es crear una lista con todas las ideas, imágenes y sensaciones que configuran tu escena.
¿Por qué una lista?
Porque te permitirá recopilar todas las piezas del rompecabezas sin la presión de tener que hilvanarlas en un redactado coherente.
De hecho, si eres bueno con la mecanografía, puedes incluso escribir tu lista con los ojos cerrados, tomando notas directamente de la escena que ves en su imaginación.
Para que te hagas una idea del aspecto que debería tener este listado, aquí tienes un ejemplo sacado de un texto en el que estoy trabajando:
  • Ambientación medieval.
  • Un escritor sentado en una mesa. De espaldas.
  • Pelo largo y despeinado.
  • A pesar de su juventud, tiene la espalda ligeramente encorvada de tanto estar sentado frente a su escritorio.
  • Es el hijo único de una familia rica.
  • Es joven pero vive encerrado en casa.
  • Tiene las manos blancas y finas, de señor (salvo los dedos índice y pulgar de la mano derecha: estos los tiene manchados de tinta).
  • Escribe cubierto con una capa de piel marrón, para protegerse del intenso frío.
  • El escritorio es mucho más grande de lo que necesita.
  • En un rincón hay una vela quemada casi por completo (en este momento es de día, pero a menudo escribe de noche).
  • Escribe sobre un papel amarillento y rugoso.
  • La pluma que utiliza para escribir es de oca. 
  • El tintero es pequeño y está sucio. Lo cierra con un pequeño tapón de corcho.
  • La casa es de piedra. Está situada en un pueblo pequeño de montaña.
  • Está situada en la calle principal.
  • Por la calle sube un rebaño de ovejas.
  • El pastor y un vecino hablan a gritos.
  • Al otro lado de la calle hay una casa pequeña. Desde la ventana se ve el tejado.
  • Más lejos, se ve también un pequeño parado donde suelen pastar un par de caballos.
El listado era más extenso, pero no quiero aburrirte con él. Lo importante aquí es que tengas claro que este listado es solo para ti. No está escrito para que pueda entenderse ni para que sea elegante. Su único objetivo es ayudarte a recordar las piezas que forman tu composición.

3. Elige bien tu orden (porque altera mucho el producto)

Ahora que ya tienes las piezas que formarán tu construcción, toca decidir en qué orden las mostrarás.
Porque, en la escritura, el orden importa. Y mucho.
Es fácil olvidar que las palabras de tu texto llegan a la imaginación del lector
una
detrás
de
la
otra,
y si no eres cuidadoso al ordenarlas, la lectura de tus frases resultará difícil y desagradable.
Elegir un orden no es difícil, pero es fundamental.
Antes de empezar a ensamblar tu texto, dedica un tiempo a pensar cual es el orden que tiene más sentido para tu escena.
Si quieres mostrar una calle, puedes empezar a describirla por un extremo y progresar a lo largo de la misma hasta acabar en el otro.
Si quieres mostrar una pintura, puedes empezar con los elementos generales y, cuando el lector ya tenga un marco de referencia, dedicarte a describir los detalles.
Si quieres relatar la historia vital de un personaje, lo más natural es empezar por su infancia y seguir hasta el presente.
En el cuento que estoy escribiendo, para mostrar al escritor trabajando, decidí ordenar el texto emulando el recorrido de una cámara que:
  1. Entrase en la habitación por la espalda del escritor y le mostrara trabajando,
  2. Se detuviera un instante para contemplar la distribución de la sala y la vista que hay a través de la ventana
  3. Se acercara al escritor por encima del hombro para ver cómo estaba escribiendo con la pluma
  4. Se metiera dentro de la mente del escritor y mostrara la historia que estaba imaginando.
Sea cual sea el orden que elijas, lo importante es que lo tengas claro y que lo sigas fielmente. A ti te resultará más fácil escribir y al lector le resultará más comprender.

4. Redacta tu texto (sobre una hoja en blanco)

Una vez cubiertos los tres primeros puntos, tendrás ya en tus manos todo el material necesario para escribir tu texto con garantías.
No hablaré aquí de cuestiones de redactado, pero sí te daré una recomendación: empieza a escribir tu texto en un documento en blanco.
No escribas (o reescribas) encima del resultado de los apartados anteriores. Úsalos solo como referencia. Esto evitará que quedes encorsetado en el “formato lista” y te dará mucha más libertad creativa.
Para acabar, aquí tienes el borrador en el que muestro a mi escritor trabajando. ¿Puedes identificar en él el orden que comentaba en el punto anterior?
“Encorvado sobre el papel, cubierto con una capa, el escritor trabaja en su obra. A través de la ventana situada sobre su escritorio, se ve el tejado de la casa de enfrente y, más allá, un pequeño prado en el que pastan un par de caballos flacos. Desde la calle llega también el tintineo de un rebaño de ovejas que sube por el empedrado y la conversación, medio hablada, medio a gritos, entre el pastor y un vecino del pueblo.
El escritor, sin embargo, no ve ni oye nada de todo esto. El escritor escribe con prisa. Garabatea sin descanso con una pluma de oca, estirando la tinta hasta que la punta se seca y las letras se vuelven invisibles. Cuando esto sucede, se apresura a untarla de nuevo en el tintero y vuelve, tan deprisa como puede, a su mundo imaginario.”

¿Todo esto te parece mucho trabajo?

Pues tienes razón, porque lo es.
Muchos no querrán invertir tal cantidad de tiempo. Puedo comprenderlo, pero esto implica, mucho me temo, que la escritura no es para ellos.
Para el resto, para los que no nos asustamos ante un poco de trabajo, para los que queremos que nuestras palabras estén a la altura de nuestras ideas, es una buena forma de ponerse en marcha.
Y hablando de ponerse en marcha, ¿por qué no empezar ahora mismo?
A fin de cuentas, el futuro se construye en el presente.
Hazme (¿hazte?) el favor: no leas otro artículo. Ni veas otro video.
Ponte a escribir y construye, palabra a palabra, error a error, la habilidad con la que sueñas.

aquí termina lo que tenia preparado como curso, seguramente que ya después seguiré subiendo algunos otros consejos. espero te haya servido de algo. 
"trabaja duro, escribe con herramientas y verás resultados"

curso de escritura 8

"En teoría, no hay diferencia entre la teoría y la práctica. En la práctica, la hay."
 
Esta cita, de autor incierto, captura la esencia de cualquier actividad creativa.
 
Puedes conocer toda la teoría del mundo, pero hasta que no hundas tus manos en el barro no tendrás ni idea de lo que se siente "desde el otro lado", el lado del creador.
 
Hay muchas formas de pasar a la práctica.
 
Puedes empezar a escribir, sin más.
 
Pero esto no suele ser suficiente.
 
Lo ideal es complementar la escritura libre con ejercicios más específicos, que te permitan trabajar aspectos concretos del oficio del escritor (diseño de personajes y de tramas, elección del tono y la voz narrativa, uso de distintos tipos de narradores y tiempos verbales…).
 
Veamos un ejemplo.
 
Supongamos que vas a escribir una obra de ficción.
 
A la hora de diseñar tus personajes, puedes limitarte a pensar un poco en ellos, pero lo más probable es que esto dé como resultado personajes poco definidos y poco interesantes. 
 
Una sentencia de muerte para cualquier historia…
 
Un buen ejercicio para profundizar en la psicología de tus personajes consiste en responder a un cuestionario que te obligue a reflexionar sobre todas las facetas de su vida.
 
Existen muchos cuestionarios distintos que te ayudarán a ello (e incluso puedes diseñar uno propio), pero te propongo utilizar uno que fue creado por el mismísimo Marcel Proust.
 
Aquí lo tienes:

Cuestionario Proust Simula que realizas una entrevista con tu personaje y anota en cada pregunta la respuesta que él o ella daría. 
1. ¿Principal rasgo de su carácter? 
2. ¿Qué cualidad aprecia más en un hombre? 
3. ¿Y en una mujer?
 4. ¿Qué espera de sus amigos?
 5. ¿Su principal defecto?
 6. ¿Su ocupación favorita?
 7. ¿Su ideal de felicidad? 
8. ¿Cuál sería su mayor desgracia? 
9. ¿Qué le gustaría ser? 
10. ¿En qué país desearía vivir? 
11. ¿Su color favorito? 
12. ¿La flor que más le gusta? 
13. ¿El pájaro que prefiere? 
14. ¿Sus autores favoritos en prosa? 
15. ¿Sus poetas? 
16. ¿Un héroe de ficción? 
17. ¿Una heroína? 
18. ¿Su compositor favorito? 
19. ¿Su pintor preferido? 
20. ¿Su héroe de la vida real? 
21. ¿Su nombre favorito? 
22. ¿Qué hábito ajeno no soporta? 
23. ¿Qué es lo que más detesta? 
24. ¿Qué es lo que más valora en sus amigos? 
25. ¿Qué don de la naturaleza desearía poseer? 
26. ¿Cómo le gustaría morir? 
27. ¿Cuál es el estado más típico de su ánimo? 
28. ¿Qué defectos le inspiran más indulgencia? 
29. ¿Tiene un lema?
 
Pero ten cuidado. 
 
Este ejercicio es más difícil de lo que parece.
 
La primera recomendación es que le dediques tiempo.

Una hora cómo mínimo absoluto.
 
Si respondes a cada pregunta con un par de palabras, como el niño al que obligan a hacer los deberes, no descubrirás nada relevante sobre tu personaje.
 
La segunda recomendación es que no respondas al cuestionario “en nombre de” tu personaje.
 
Me explico.
 
Utiliza el cuestionario a modo de guion para una entrevista imaginaria entre tú (en el rol de entrevistador) y tu personaje.
 
Habla con él y deja que responda libremente. 
 
Hazle preguntas complementarias si tu olfato te lo sugiere.
 
Y, a medida que avances, plasma en el papel la transcripción de esa entrevista.
 
Esto te ayudará a conocer a tu personaje de un modo mucho más profundo y te permitirá experimentar con su forma de hablar (algo esencial para los diálogos).
 
Incluso puedes ficcionar totalmente la entrevista y escribir una escena en la que uno de tus personajes entreviste a otro.
 
Esto es justamente lo que hizo Laura Jardí.

En su caso, el personaje entrevistado era Adela (una mujer ya mayor y un tanto excéntrica) y el personaje entrevistador era su hija (una mujer de mediana edad con un marcado sentido práctico).
 
Aquí tienes un fragmento de dicha entrevista:
 
—Mamá, ¿cuál es tu ideal de felicidad? —pregunta Laura levantando la voz.
—La felicidá, a, a, a, aaa, me la dio tu amo, o, o, o, ooor, la felicida, a, a, a, aaa…
—Mira que tiene años esta canción —comenta Laura— Y, dime, ¿cuál sería tu mayor desgracia?
—La mayor desgracia es hacerse mayor —contesta Adela— pero tú siempre serás joven, no como yo.
—Mamá tú estás muy bien.
Adela ahora camina más recta y sonríe.
—Eso es porque no me relaciono con viejos, que eso se pega.
 
Una maravilla, porque bajo ese humor barato vemos ya claramente a una mujer atormentada por la vejez.
 
De todos modos, lo que importará no será tanto lo que escribas en este ejercicio, sino lo que descubras sobre tu personaje mientras lo hagas.


curso de escritura 7

No hay escapatoria: la teoría narrativa es imprescindible.

Sin ella eres como un carpintero sin herramientas.

Hoy veremos un ejemplo de esta teoría (y no uno cualquiera, sino el recurso dramático por excelencia).

Pero antes déjame advertirte de algo. 

Algo que me ocurrió a mí y que me gustaría ahorrarte.

El caso es que  asistí, cómo alumno, a multitud de cursos de escritura.

Algunos de esos cursos eran muy buenos (otros no tanto), pero incluso en los mejores, por más teoría que me ensañaran, yo no conseguía asimilar casi ninguna.

¿Por qué?

No porqué fuera un mal alumno (siempre he sido un aprendiz bastante digno).

Ni porqué los profesores fueran malos (tuve la suerte de tener muy buenos profesores).

Sino porque me faltaba un marco conceptual sólido dónde colgar y ordenar toda esa teoría de un modo útil.

Sin él, todas aquellas herramientas, que me hubieran sido tan útiles, quedaban desordenadas en el baúl de mi memoria y, cuando llegaba el momento de utilizarlas, no me acordaba ni tan siquiera de que las tenía.

Organizar e interiorizar esa teoría me ha costado casi quince años.

Para que no pases por lo mismo te recomiendo dos cosas: 
  1. Céntrate en lo esencial, o quedarás abrumado por toda la teoría que podrías aprender.
  2. Ordénalo y crea un resumen personal, para tener a mano la teoría clave cuando la necesites.


En lugar de intentar explicártelo todo (algo imposible, por otra parte) he seleccionado y ordenado la teoría cuidadosamente para:
  1. Darte todas las herramientas clave.
  2. Presentártelas dentro de un marco conceptual claro y justo en el momento en que vas a necesitarlas.
  3. No marearte con conceptos prescindibles. 
Para que lo tengas todo a mano y puedas centrarte en escribir.

Pero vayamos al ejemplo que te he prometido.





El recurso dramático por excelencia.

El que permite que tus lectores queden enganchados a tus palabras.

Uno que, lo confieso, he estado utilizando sin descanso en todos estos mensajes.

De hecho, ahora mismo lo estoy usando otra vez (soy incorregible…).

Es un truco tan simple como infalible.

Que vale tanto para la ficción como para la no-ficción.

Lo has visto mil veces.

¿Sabes qué es?

¿No?

Te lo cuento mañana.

—¡AHHHH!

Es broma…

Era solo para poner un ejemplo más.

El truco es este:

Plantea una pregunta y no la respondas.

Introduce una incógnita y no la desveles.

Promete una solución y no la des (aún).

Así de simple.

Hasta que no conozca la respuesta, el lector sentirá la necesidad de seguir leyendo.

Tan pronto cómo se la des, esta tensión desaparecerá y el interés caerá en picado.

Aunque eso no te ocurrirá a ti, claro.

¿Por qué?

Porque, siendo hábil cómo eres, antes de dar una respuesta ya te habrás ocupado de plantear un nuevo interrogante...

Hay muchas variantes del mismo truco (Intriga, misterio, suspense, tensión dramática…) pero son solo distintos sabores del mismo licor.

¿Conseguirá el chico seducir a la chica?

Y nos tragamos una comedia romántica que nos daría vergüenza decir que hemos visto.

¿Conseguirá el policía alcohólico desbaratar el plan del terrorista?

Y vemos, una vez más, La jungla de cristal.

¿Conseguirá Caperucita escapar de las fauces del lobo?

Y, mientras cuentas el cuento, los niños te miran con ojos como platos.

Siempre que tu texto tenga algún interrogante abierto, el lector querrá conocer la respuesta y se quedará contigo.

Para saber qué ocurre.

Para saber cómo acaba.

Hay quién ha ganado millones con poco más que esto (¿has leído El Código Da Vinci?)

Incluso la mejor literatura utiliza este mecanismo (el mismísimo Cervantes lo utiliza en El Quijote con un descaro bochornoso).

De todos modos, si buscas el mejor lugar donde observarlo, presta atención cuando vuelvas a ver tu serie preferida.

Verás que cada capítulo, que cada escena, es un continuo plantear interrogantes, los unos encabalgados en los otros.

Para que siempre estés pendiente de algo y no te levantes del sofá ni para ir al baño.

Un recurso atemporal que nunca falla.

Y un buen ejemplo de lo que la teoría puede hacer por ti.

Mañana te mostraré el mejor sistema que conozco para diseñar personajes.

bonito día.

curso de escritura 6

¿Cómo puedes saber si tu historia gustará?

Interesante pregunta…

Hagamos un pequeño ejercicio de imaginación.

Supongamos que me haces caso.

Supongamos que, en lugar de empezar a escribir sin ninguna planificación, te esfuerzas primero en diseñar tus personajes y tu trama (o su equivalente, si estás escribiendo un artículo o un ensayo).

Supongamos también que, una vez tienes esto claro, en lugar de lanzarte a escribir la versión completa de tu historia, abordas el redactado paso a paso, escribiendo en “copo de nieve”.

Siendo así, es probable que en pocas semanas (si estás trabajando en un texto breve) o en pocos meses (si vas a escribir una novela o un texto extenso) consigas terminar un borrador de la obra que siempre quisiste escribir.

Hasta aquí todo bien.

Imagina ahora que, una vez terminado el borrador, lo imprimes y lo das a un amigo o amiga de confianza para que lo lea.

Unas semanas más tarde, le invitas a tu casa para que te dé su opinión.

Después de un poco de charla preliminar, tú, con más miedo que un adolescente en su primera cita, le preguntas qué le ha parecido.

—Está bien— responde.

Un silencio incómodo sigue.

No le ha gustado.

Tu amigo (o amiga), que es una persona sensible, entiende la situación e intenta suavizar el golpe.

—Es decir… es una historia interesante… creo que sería aún mejor si fuera el protagonista quién la contara… en primera persona, ya sabes...

Pero tú ya no escuchas.

Haces que sí con la cabeza y te oyes a ti mismo dándole las gracias.

¿Todo habrá sido en vano?

Al cabo de un rato os despedís y tú te quedas solo con tu decepción.

Te tumbas en el sofá y enciendes la tele.

Pero cuando ya te disponías a pasar el resto de la tarde lamiéndote las heridas, una idea cristaliza de golpe en tu mente.

De repente lo ves claro.

Tu amigo tiene razón.

El narrador perfecto para tu historia es el protagonista.

No entiendes cómo pudo pasarte por alto, pero ahora no tienes la menor duda.

Los ojos del protagonista son la perspectiva que tu texto necesita.

Imaginas tu historia contada desde este ángulo y te das cuenta de lo buena que sería.

Muchísimo mejor que la actual, de eso no cabe duda.

Pero no te alegras.

No te alegras en absoluto.

¿Por qué?

Porque para cambiar el narrador de tu historia tendrías que reescribir tu borrador entero.

Tendrías que revisarlo frase a frase y habría muchos párrafos (e incluso muchas escenas) que deberías reescribir des de cero.

Con tristeza, miras el montón de hojas que tu amigo ha dejado abandonado en la mesa del comedor y piensas en todas las horas que costó escribirlo.

Horas robadas al sueño, a tus aficiones, a tu familia.

Y entonces te entran ganas de llorar. 


La crítica es clave, pero la crítica convencional es casi inútil.

La crítica es mágica: te ayuda a detectar errores, te sirve de guía para corregirlos, y —al mezclar tus ideas con las de otras personas— fertiliza y revitaliza tu creatividad.

El problema con la crítica estándar, la que se da a un borrador casi definitivo, es que llega muy tarde, cuando cualquier cambio requerirá tirar mucho trabajo.

Mejor sería recibir crítica antes de acabar tu borrador.

¿Y qué sería mejor aún? Recibirla antes de empezar tu borrador.

¿Imposible?

Es cierto que si lo único puedes compartir es un borrador caótico e inconcluso, encontrar a alguien dispuesto a leerlo (y capaz de comprenderlo) será poco menos que imposible.

Pero tú no tienes este problema.

Porque tu escribes en "copo de nieve".

Cada una de las versiones intermedias que has escrito es un resumen de tu obra que puede leerse (en muy poco tiempo) y puede comprenderse.

Esas versiones preliminares son, en realidad, "prototipos" de tu historia.

Prototipos que podrás (y deberás) compartir con familiares y amigos para que te den crítica a medida que tu historia crezca.

Esto te permitirá confirmar que vas por buen camino y, si fuera necesario, te permitirá corregir el rumbo con muy poco esfuerzo.

Este tipo de crítica (que bautizaremos como "Crítica continua") es el último y más valioso pilar de nuestro método de escritura.

Cómo ves, se trata de una estrategia muy simple y muy fácil de aplicar.

Pero déjame advertirte de algo.

A menudo, cuando empezamos a construir una historia, nos enamoramos de ella y nos parece obvio que nuestro planteamiento es interesante y original.

Y decidimos que, en este caso concreto, no es necesario buscar crítica...

¿La realidad?

Probablemente tu proyecto no sea ni tan original, ni tan interesante.

No todavía.

Y si —por vergüenza o por miedo a descubrir que tu planteamiento no es tan bueno cómo creías— sigues adelante con tu trabajo sin compartirlo, seguirás trabajando dentro de tu burbuja, ciego a las debilidades que toda obra tiene y no será hasta el final, cuando ya tengas todo tu texto escrito, que te enfrentarás, de golpe, con la cruda realidad.

Pero las cosas pueden ser de otra manera.

Si compartes tu historia pronto y te ves obligado a aceptar sus debilidades, tendrás la oportunidad de corregirlas y acabarás creando algo mucho mejor.

Algo que sea digno de ser leído y que haga justicia a las ideas que quieres compartir.

Si de verdad te importa lo que quieres contar, no dudes: busca crítica tan pronto como puedas.

Escribir bien seguirá siendo difícil, pero será posible.





Con la "crítica continua" hemos completado nuestro método de escritura, de modo que aquí termina el curso propiamente dicho.

Pero aún tenemos mucho de qué hablar.

Mañana te explicaré el recurso dramático del que te hablé hace un par de días.


El que hace que te enganches a tus series favoritas y consigue que continúes por aquí.

curso de escritura 5

Todo escritor sabe que la crítica es esencial.

Pero no todas las críticas son iguales.

Quién te dé la crítica importa, por supuesto.

Pero cuándo te la dé importa aún más.

Ese "cuándo" es el pilar que nos falta para tener completo nuestro el método de escritura.

ahora un poco de poesía, aunque no escriban poesía les servira, vale la pena.



Los mejores haikus de Matsuo Bashō (y lo que puedes aprender de ellos)


¿Qué es un haiku?

Un haiku es una composición poética japonesa tradicional.
Los haikus son poemas extremadamente breves y están formados (en su versión japonesa) por un total de 17 sílabas distribuidas en tres versos de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente.
Originariamente el haiku se conocía como hokku y era el patrón de composición utilizado en un tipo de poema más extenso denominada renga. Cuando este patrón empezó a utilizarse como unidad independiente, adquirió el nombre de haiku.
La temática tradicional del haiku es el entorno natural y suele estar ligada al paso de las estaciones. Sin embargo, su característica más singular (al margen de la extensión) es la costumbre de construirlos en base a dos imágenes o ideas que el autor quiere relacionar.
¿Puedes identificar estas dos ideas en el siguiente ejemplo?
Flores de cerezo en el cielo oscuro
entre ellas
la melancolía floreceMatsuo Bashō

¿Quién fue Matsuo Bashō?

Matsuo Bashō vivió en el siglo XVII y es, probablemente, el poeta japonés mejor conocido en occidente.
Hijo de un samurái de bajo rango, nació cerca de Ueno y algunos biógrafos cuentan que fue cocinero de profesión. Ya desde joven cultivó la poesía y a lo largo de su vida adquirió una fama notable.
Su obra incluye diversos géneros poéticos pero sus haikus son las composiciones más conocidas.
Bashō fue uno de los primeros en dignificar el haiku como forma poética ya que en su época escribirlos se consideraba más bien una actividad social. Lo cual, dicho de paso, da que pensar sobre la “progresión” de las actividades sociales a lo largo de los siglos…

Cómo leer haikus

Como cualquier composición poética, pero tal vez aún más debido a su extrema brevedad, los haikus necesitan ser leídos con detenimiento, degustando las palabras, casi cerrando los ojos para captar mejor su sabor.
Los haikus suelen ser composiciones muy visuales y los apreciarás mucho mejor si dedicas algo de tiempo a imaginar las escenas que sugieren.

Por qué debería importarte la poesía aunque sólo escribas prosa

Si escribir prosa es pintar a brochazos, escribir poesía es pintar con pincel.
La poesía, esa criatura a medio camino entre la literatura y la música, requiere un control preciso y sutil del lenguaje. En ella, debido a los requerimientos de métrica y rima, encontrarás, condensados, los recursos de estilo que permiten utilizar toda la capacidad expresiva del lenguaje.
Aunque tu intención sea escribir prosa, comprender los recursos de la poesía te permitirá controlar mejor tu escritura y hacerla más bella y eficaz.

Los mejores haikus de Matsuo Bashō

En la siguiente selección (totalmente personal) encontrarás mis haikus preferidos junto con un breve comentario.
El objetivo del comentario es destacar una (y solo una) de las virtudes de cada haiku para que, al tiempo que pasas un rato agradable, (re)descubras recursos estilísticos que te ayudarán a enriquecer tu prosa.

1

Al sentirme enfermo durante el viaje
mis sueños vagaron
sobre un campo de yerba seca
¿Cuál es el sujeto de esta frase?
Exacto. “Mis sueños”.
Mis sueños vagaron… Mis sueños volaron… sobre un campo de hierba seca.
Casi podemos revivir ese vuelo onírico en el que, desde la perspectiva de una golondrina, Bashō vagó sobre un campo de hierba seca.
¿Pero qué hubiera ocurrido si el poeta hubiese utilizado una construcción más natural y se hubiera colocado a sí mismo como sujeto?
Al sentirme enfermo durante el viaje
soñé que vagaba
sobre un campo de hierba seca.
¿No es lo mismo, verdad?
En ocasiones, reorganizar una frase y colocar en el sujeto un elemento inesperado puede dar una fuerza nueva lo que estábamos diciendo. Merecerá la pena probarlo cuando alguna de tus frases no funcione.

2

La primera nieve
Las hojas de los narcisos
apenas se inclinan
Bashō tenía un talento especial para los detalles minúsculos.
Como el efecto de la nieve sobre las hojas de los narcisos.
Me lo oirás decir muchas veces: la importancia de los detalles es capital y, si están bien elegidos, permiten mostrar una escena de forma más clara y verosímil.
Bashō no solo se fija en como la nieve se acumula sobre las hojas, sino también en la “leve inclinación” que su peso les provoca.
Dar este nivel de detalle obliga al lector a imaginar la escena de un modo más intenso. ¿Acaso no has sentido, al leer el poema, la necesidad de “acercarte” más a las hojas para poder percibir esa “leve inclinación”?
Si un pasaje de tu texto resulta demasiado abstracto o es difícil de imaginar, añádele un buen detalle y este se encargará de darle vida.

3

A pesar de la niebla
es bello
el Monte Fuji
Los nombres propios tienen una fuerza especial. Al leer el nombre del nombre del Monte Fuji, cualquier lector que lo conozca recordará inevitablemente su forma cónica y la nieve en la cima.
Esa forma y esa nieve están en el haiku, aunque Bashō no lo diga.
Cuanto más concreta es una palabra (y un nombre propio es el sumo de la concreción) más información contiene. No es lo mismo hablar de un edificio, que de una catedral, que de Notre-Dame.
Usa palabras concretas. Dirás mucho más con mucho menos.

4

Niebla matinal sobre
una montaña sin nombre
¿En qué situación podemos encontrarnos ante una montaña “sin nombre”? Cuando estamos en un lugar desconocido.
¿Puedes sentir, al leer este haiku, la ligera inquietud que se experimenta al despertar en un lugar desconocido, ante una montaña “sin nombre”?
A veces, decir las cosas de un modo indirecto es la forma más potente de expresarlas.
Fíjate en como la idea de este poema pudo haberse descrito de un modo más directo (pero menos eficaz):
Amanecer lejos de casa
Niebla sobre las montañas
Sugerir e insinuar son recursos potentes porque, al no darle todo el trabajo hecho al lector, le obligamos a poner de su parte y esto transforma la lectura una experiencia más activa y estimulante.

5

Lluvia de flores
Un cuervo busca en vano
su nido
¡Cuánto movimiento!
¿Puedes verlo?
Centenares de flores caen del cerezo y un cuervo (que no encuentra su nido) revolotea a su alrededor.
Al nombrar dos hechos inconclusos (la lluvia que sigue cayendo y el cuervo que aún no ha encontrado el nido), Bashō nos obliga a imaginar una escena en movimiento.
Las palabras, estáticas en apariencia, crean movimiento en la imaginación siempre que nombran una situación que implica movimiento. Tan simple como eso.
No desaproveches este recurso, hará que la experiencia de lectura de tu historia sea mucho más intensa.

6

De frente a las azaleas
una mujer prepara
bacalao seco
Este Haiku destaca por el contraste entre las dos imágenes que lo forman: la delicadeza de la mujer frente a las azaleas y la dureza de la preparación del bacalao.
El contraste es un recurso interesante ya que, al colocar codo con codo un elemento y su contrario, ayuda al lector a percibir de un modo más vivo las diferencias entre ambos.
El contraste puede ser útil, por ejemplo, para evidenciar las ironías y contradicciones de la realidad. Como en este pequeño verso:
En la blanca arena griega, descansan los turistas y desembarcan los inmigrantes.

7

Se extingue el día
pero no el canto
de la alondra
Una descripción puede (y debe) contener otros elementos a parte de los visuales.
Introducir detalles auditivos, táctiles o incluso gustativos, ayuda a crear una experiencia más completa de aquello que queremos contar. El “canto” de la alondra de este poema es un ejemplo perfecto de ello.
Cuando describas algo, menciona los sonidos, olores y sensaciones que lo acompañan. Ayudarás al lector a experimentar tu historia de un modo más rico.

8

Una rana se sumerge
en el viejo estanque…
el ruido del agua
Este es el haiku más conocido de todos (no solo de Matsuo Bashō sino también de cualquier otro autor) y lo usaré para hablar de los denostados adjetivos.
Sin duda habrás oído que abusar de los adjetivos diluye tu prosa y que deberías esforzarte en evitarlos. Y es cierto, pero esto no implica que no debas usarlos nunca.
Este haiku demuestra que un adjetivo bien usado puede ser muy eficaz. Prueba, si no, a releer el poema sin la palabra “viejo”.
El estanque necesita ser “viejo” para crear el ambiente estancado y lleno de hojarasca en el que medran las ranas. En este caso, el adjetivo resulta clave para crear la atmosfera.
Cuando escribas, ten un ojo puesto en tus adjetivos. Si tu texto podría funcionar si ellos, elimínalos sin piedad. Pero si un adjetivo, o incluso una serie de ellos, lo enriquecen, no tengas reparo en conservarlos.

9

Vestido de escarcha
cubierto de viento
un niño abandonado
“Vestido de escarcha” y “cubierto de viento” son dos metáforas brillantes, pero parte de su fuerza la deben a que el poeta oculta, hasta el último instante, la clave que revela su sentido. Es solo al leer la palabra “abandonado” que somos capaces de comprender su significado.
Este recurso no está exento de riesgo ya que, durante unos instantes, deja al lector flotando, sin poder atribuir sentido a lo que lee. Sin embargo, si lo utilizas bien, te permitirá concentrar en un solo instante de revelación todo el significado de tu frase y hará que tu mensaje llegue al lector como un puñetazo.

cumple años

Estoy seguro que hace mucho tiempo, hace muchas reencarnaciones; yo me llamaba Adán y seguramente tú te llamabas Eva. Lo sé porque cuando t...