curso de escritura 3

Es un momento mágico.

De repente, sin previo aviso, nace una idea.

Es una buena idea, no cabe duda. Una gran idea incluso.

Hacía mucho tiempo que no se te ocurría nada así.







La contemplas con sorpresa y, porque negarlo, con orgullo, porque ese pequeño diamante te recuerda las riquezas que duermen en algún lugar dentro de ti.

Después de tantas dudas, alcanzar tu sueño vuelve a parecer posible.

Así que recuperas el ánimo, te reafirmas en lo que quieres ser y vuelves a la escritura.

Te levantas antes, te acuestas más tarde y encuentras el tiempo que creías no tener.

Pero los días pasan, tus palabras se amontonan sin gracia y pronto resulta obvio que “eso” no es lo que querías decir.









Entonces regresa la frustración y, con ella, las dudas.

¿Y si tu gran idea no era más que un delirio?

Tal vez no eres más que un loco que persigue fantasmas.

¿No sería más sensato olvidarse de todo?
Aunque a veces dudes de ellas, tus ideas no son el problema: si pudieron brillar en tu cabeza, seguro que pueden brillar en la de otros.

El problema es cómo construir una historia a partir de ellas.

Pero estamos aquí para eso, ¿no?

Ayer te hablé del método de escritura que te ayudará a conseguirlo.

Y te hablé de las tres estrategias que lo sustentan.

¿Empezamos con la primera?









Inventar primero, redactar después.
Cuando empiezas a escribir, apenas tienes nada.

Si estás escribiendo ficción, tal vez tengas un par de ideas para el protagonista. O unas pocas anécdotas para la trama.

Si vas a escribir sobre tu vida (o sobre tu forma de ver las cosas), sin duda tendrás más material, pero ni la más remota idea de cómo organizarlo.

¿Cómo ponerte en marcha?

La tendencia natural será sentarte delante del ordenador, arremangarte la camisa y empezar a escribir por el principio con la esperanza de que las palabras vayan mostrándote el camino.

Parece lógico, pero es mala idea.

Para entender cómo deberías abordar el proceso de escritura, primero necesitas tener claro que escribir son, en realidad, dos oficios:






  • El oficio de creador (o diseñador), que consiste en desarrollar, a partir de una primera idea, el gigantesco entramado de conceptos e imágenes que forman un texto. 
  • El oficio de comunicador, que consiste en encontrar las palabras apropiadas para que ese mundo que ves en tu cabeza pueda cobrar vida también en la mente del lector.






Debería resultar obvio, pero déjame subrayar que son dos oficios tan diferentes como exigentes y que abordarlos a la vez es siempre mala idea.

Si empiezas a redactar tu historia cuando tu imaginación aún la está inventando, estarás atando una bola de presidiario al pie del ave del paraíso.

Tu imaginación y tu creatividad intentaran volar al mundo de tu historia, pero se verán obligadas a volver al papel una y otra vez para decidir si ese adjetivo o ese verbo son los más apropiados.

Demasiado pedir.

Lo único que conseguirás será un planteamiento más insípido y un redactado más pobre.

En cambio, si te centras primero en diseñar tu obra y te despreocupas (por el momento) del redactado, soltarás lastre y tu creatividad será libre para dar lo mejor de sí.

Aunque no es necesario (ni aconsejable) que inventes todos los detalles de tu obra en esta fase, por lo menos deberías aclarar cuál será el esqueleto de tu argumento (si es que vas a escribir un ensayo) o quienes serán tus protagonistas y cuáles los puntos clave de la trama (si es que vas a escribir ficción).

Este diseño preliminar será una guía de valor inestimable cuando empieces a redactar.

Una advertencia: todo lo anterior no implica que no puedas escribir nada hasta que tengas claro qué vas a contar.



Al contrario.

Es muy probable que en esta fase de "diseño" escribas mucho.

Pero no te confundas.

Todas esas palabras no serán para el lector, sino para ti, para ayudarte a pensar.



Escribe mucho, si eso te ayuda, pero no te preocupes por la calidad de lo que escribas.






Olvídate del estilo.






Olvídate de la ortografía.






Olvídate incluso de que tu texto se entienda.






Todo lo que escribas será solo para ti.






Deja que las palabras que fluyan, sin más.






Libérate de todas las ataduras y da rienda suelta a tu imaginación.






Esta dinámica te permitirá descubrir más ideas y más deprisa.






Y cuando termines con ello y ya tengas claro qué vas a contar, colócate el sombrero de escritor-comunicador y céntrate en cómo lo cuentas.






Y esto no es todo...






La otra gran virtud de diseñar tu obra antes de redactarla es que te ahorrará muchísimo tiempo.






¿Por qué?






Porque si, temerariamente, decides empezar a escribir sin saber hacia dónde vas, dime, ¿qué ocurrirá cuando descubras que tu historia (o tu argumento) se ha metido en un callejón sin salida?






Si te ves obligado a reorganizar el planteamiento de tu obra, ¿qué harás con todas esas frases, escenas y capítulos que te costó horrores escribir y que ahora no cuadran con lo que vas a contar?






No lo dudes: diseña primero y redacta después.






Todo son ventajas.













Con esto ya tenemos controlado el primer pilar de nuestro método.






Dos más y tendremos listo un proceso de escritura que saque lo mejor de ti.






Mañana seguimos.




curso de escritura 2

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¿Qué me hubiera gustado que me enseñaran cuando empecé a escribir?
 Esta es la pregunta que me planteé cuando decidí construir un curso de escritura creativa. Y llegué a esta conclusión: Me hubiera gustado que me enseñaran a escribir una historia paso a paso, desde la idea inicial hasta el redactado definitivo.





Pero cuando hube terminado el trabajo, me hice aun una pregunta más ¿Podría resumir todo ese contenido en un solo diagrama? ¿Una vista de pájaro de la ruta que lleva del instante en el que nace una historia, hasta el momento en que escribimos su punto y final? Este es el diagrama que te prometí. Es un diagrama (aparentemente) sencillo, pero que contiene los elementos esenciales del proceso de escritura. Un diagrama que tiene, además, un valor muy especial para mí, ya que es la síntesis de casi cinco años de trabajo: la punta del iceberg de un proyecto al que he dedicado muchísima ilusión y muchísimo esfuerzo. Dedica un tiempo a revisarlo y, sobre todo, compáralo con tu forma de escribir.  Tal vez sea para ti, cómo lo fue para mí cuando descubrí esta forma de trabajar, una pequeña gran revolución. Y si hay cosas que no te quedan claras, no te preocupes, durante el resto de este curso desgranaremos el cómo y el porqué de cada paso. 




Nota para escritores (y futuros escritores) de no-ficción (biografía, ensayo, etc.): Verás que el diagrama está enfocado a la escritura de ficción. En los próximos correos, cuando lo explique en detalle, te quedará claro cómo aplicarlo a tu caso. Nada más por hoy.  Mañana veremos cómo ponerlo en práctica



curso de escritura 1



Entremos en materia.



Si eres cómo la mayoría (y, a falta de más información, te voy a incluir con ellos) tu proceso de escritura puede resumirse así:



Se te ocurre una idea.

Ilusionado, empiezas a escribir.

Tropiezas con un problema (el protagonista debe ser una mujer en lugar de un hombre, por ejemplo).

Reescribes lo que ya tenías hecho e incorporas este cambio.

Sigues adelante.

Descubres otro problema (el nudo que has redactado no cuadra con el final que tenías previsto, por ejemplo)

Rediseñas tu nudo, resoplas y reescribes (de nuevo) lo que ya habías redactado.

Sigues adelante.

Tropiezas con más problemas.

Reescribes tu texto una y otra vez.

Perdido en tu propia historia y harto de tapar vías de agua, decides dejar "reposar" tu historia durante un tiempo.

Ese tiempo se alarga indefinidamente.

Tropiezas con una nueva idea y vuelves al punto 1.



Hasta dónde yo sé, solo hay dos tipos de escritores:



Los que dan vueltas a este bucle hasta que se hartan y abandonan la escritura.



Y los que dan vueltas a este bucle hasta que se hartan y buscan un curso de escritura.



Bromas aparte…



Si tu proceso de escritura se parece a este, no te apures.



Al contrario, alégrate. Escribir es difícil, pero no tanto como crees.



En realidad, si alguna vez has conseguido completar una historia decente siguiendo este "proceso" no hay duda de que tienes mucho talento (y de que lo estás desperdiciando de mala manera…).



Así las cosas, ¿qué deberías hacer?



Lo primero es comprender que una buena historia no es algo que puedas empezar por el principio e ir improvisando a medida que avanzas.



Una historia es una construcción compleja. Más compleja aún de lo que parece.



Una historia (y cualquier texto extenso, en realidad) es una catedral hecha de palabras y construirla requiere algo más que un puñado de buenas ideas.




Si empiezas a colocar piedras sin saber siquiera qué tipo de edificio construirás… bueno, no esperes nada positivo.



Pero esto no es lo peor.



Lo peor es que una historia fallida no se hunde con un gran estruendo, como lo haría una catedral, sino de un modo discreto, que puede pasar desapercibido.




Una historia fallida se vuelve confusa y extraña, pero es probable que tu (que no ves la historia que hay en el papel, sino la que tienes en tu cabeza) no te des cuenta de que está en ruinas hasta que la des a leer a amigos y conocidos y compruebes que no le gusta a nadie.



Pero las cosas no tienen por qué ser así.



El propósito central de este curso es explicarte como escribir de una forma más razonable.



Y no temas, el método de escritura que aprenderás no implica, para nada, abandonar la libertad creativa que tanto amas.




Escribir con método no significa escribir con corsé, sino escribir con inteligencia.



Escribir con método evitará que te pierdas, te liberará de la parte más tediosa de la escritura y te dará más libertad (y no menos) para jugar con las palabras y sacar partido a tu creatividad.




Escribir sin método, por el contrario, es complicarse la vida y traicionar a tu talento y a tu destino.




Una vez conozcas esta nueva forma de escribir y hayas experimentado con ella, dejará de parecerte un "método" y se convertirá en tu forma natural de trabajar.



De hecho, es posible que, con los años, la hubieras descubierto por tu cuenta.



Pero, ¿para qué esperar?



Los principios en que se basa el método que voy a contarte son simples y son solo tres:

Diseñar primero, redactar después (o lo que es lo mismo, diseñar los planos de tu texto antes de empezar a colocar piedras)

Escritura en copo de nieve (o lo que es lo mismo, empezar levantando la estructura y dejar el detalle y la decoración para el final)

Crítica continua (o lo que es lo mismo, no esperar a tener tu obra terminada para pedir crítica).

Ideas simples, pero extremadamente eficaces.




Aunque difíciles de poner en práctica sin ayuda…




Durante los próximos días te mostraré cómo hacerlo.













por ultimo te dejo una historia, disfrútala.






El Rafael sin manos: una idea antigua con implicaciones intemporales


El 6 de abril de 1520, a la edad de 37 años, Rafael Sanzio —el que fuera, junto con Leonardo y Miguel Ángel, uno de los tres grandes revolucionarios de la pintura renacentista— murió.

Tal era la admiración que despertaba su figura que Pietro Bembo, un poeta contemporáneo del pintor, escribió en su tumba este epitafio:

“Aquí yace Rafael, por quién la naturaleza temió ser conquistada mientras vivía y que, mientras moría, temió también morir.”

Dos cientos cincuenta años más tarde, el 7 de marzo de 1772, cuando se estrenó Emilia Galotti (una obra de teatro de G.E. Lessing) el aura de genialidad que rodeaba a Rafael seguía plenamente viva.

En dicha obra, uno de los personajes (un talentoso pintor llamado Conti) utiliza la figura de Rafael para plantear al príncipe una pregunta de apariencia inocente pero de implicaciones profundas:

“¿O tal vez crees, Príncipe, que Rafael no hubiera sido el genio artístico más grande si hubiera tenido la desgracia de nacer sin manos?”

Dicho de otro modo, ¿bastaría con tener la mente de Rafael para, aun sin tener manos, ser el genio que él fue?

O, para ir un poco más lejos aún, ¿puede que haya existido un “Rafael sin manos”?

¿Alguien con la mente de Rafael pero que, privado de los medios para comunicar las joyas de su imaginación, haya pasado por el mundo totalmente desapercibido?

Una idea turbadora.

Un genio encerrado en sí mismo.

Anónimo e ignorado.

Aunque, por supuesto, todo esto es pura especulación… ¿Por qué debería importarte?

Porque hay otra forma de verlo.

Una forma que seguramente no sospechas y que pocos sospechaban hasta que Friedrich Nietzsche, especialista en perspectivas inusitadas, escribió, en ‘Más allá del bien y del mal’, esta simple reflexión:

“¿Podría ser que “el Rafael sin manos” (tomando la expresión en su sentido más amplio) no fuera la excepción sino la norma?
Tal vez el genio no es algo tan raro: tal vez lo raro son las quinientas manos que hacen falta para capturar [las grandes ideas]'”.

Tal vez los Rafaeles sin manos están por todas partes.

Tal vez las buenas ideas están por todas partes.

Tal vez lo que escasea son los medios, el oficio, las manos para dar forma a las ideas y traerlas al mundo.
¿Y si tú eres un Rafael sin manos?



¿Te incomoda esta idea?

¿Crees que planteártela demostraría una falta de humildad (y de realismo) alarmantes?

Entonces deja que lo diga yo por ti: tú eres un Rafael sin manos.

Tal vez no un talento de la altura de Rafael, pero sí “un gran artista” sin manos.

Y no lo digo por decir. Estoy casi seguro de que es así.

¿Por qué?

Porque estás leyendo esto.

Y si estás leyendo esto es porque en algún momento has tenido alguna idea que te ha emocionado profundamente, alguna idea que has creído lo suficientemente valiosa para compartirla con los demás.

Y si una idea pudo emocionarte a ti, seguro que puede emocionar a otros.

Tus ideas son buenas, lo que necesitas son las 500 habilidades que hacen falta para capturarlas con palabras.

Tus ideas son buenas, lo que necesitas son las manos que aún no tienes.

Tus ideas son buenas, lo que necesitas es aprender a escribir.

La cuestión no es si tienes o no talento.

La cuestión es si tienes el coraje y la motivación necesarios para trabajar duro, durante años, y aprender todo lo que necesitas aprender.

El otro camino, el que seguramente estás siguiendo ahora (el camino de la prudencia, el de apostar solo a medias, el de escribir a ratos perdidos), no te llevará a ningún lado. Escribir es demasiado difícil para que pueda funcionar.

Solo aprenderás lo que necesitas aprender si dedicas a la escritura lo mejor de ti.

La cuestión no es si tienes o no talento. La cuestión es si tus ideas te importan lo suficiente para apostar de verdad por ellas.

Este no es lugar para indecisos.

Este no es lugar para cobardes.

La cuestión es si apuestas o no.

¿Sientes esa pequeña angustia en el centro del pecho?

¿Qué te dice?



gracias, nos vemos en las letras


cinco mitos que te impiden crecer como escritor.

¿Cuándo la inspiración te abandona, te limitas a esperarla?
¿Te consideras afortunado (o desafortunado) por el acopio de creatividad con que naciste?
¿Querrías ser más creativo pero te resignas con lo que tienes porque, que vamos a hacerle, la creatividad no es algo que pueda aprenderse?
La cultura popular está repleta de mitos sobre el proceso creativo y es muy común creer en ellos. Parecen inocentes, pero son peligrosos.
¿Por qué?
Porqué creer falsedades conduce, inevitablemente, a cometer errores.
Como esperar pasivamente a que llegue la inspiración.
Como conformarse con ser tan creativos como lo somos hoy.
Como poner límites a lo que podemos llegar a crear.
Los mitos sobre la creatividad lastran tu progresión como escritor y deberías tirarlos por la borda cuanto antes.
Afortunadamente, deshacerse de ellos es relativamente fácil: basta con quitar la máscara a los impostores.
¿Vamos?

Mito 1: La creatividad es algo mágico

Este es, sin duda, el mito más común de todos. Es tan común y tan aceptado, que muchos se resisten a dejar de creerlo.
¿Por qué resulta tan atractivo? Porque las ideas tienen la costumbre de aparecer de un modo muy misterioso.
Las ideas surgen a menudo sin previo aviso, sin que hiciéramos nada para invocarlas, sin que comprendamos cómo hemos conseguido llegar hasta ellas.
Es como si algo (o alguien) las hubiera puesto en nuestra cabeza. Y esto es muy raro. Estas cosas no ocurren en el mundo físico: uno no va por la calle y se tropieza con cosas que aparecen así, de golpe, saltándose a la torera la ley de la causa y el efecto.
Misterioso.
Muy misterioso.
Tanto, que los griegos inventaron las musas para explicar el fenómeno.
Tanto, que los románticos, incómodos con una explicación descaradamente sobrenatural, preferían creer en la inspiración y en los genios, esa curiosa estirpe de humanos con fabulosas capacidades de creación.
Es cierto, incluso a día de hoy la ciencia es incapaz de explicar el proceso creativo. ¿Cómo iba a poder si aún no comprende los mecanismos más básicos del funcionamiento de la mente?
Pero aunque no conozcamos la repuesta al misterio (y tal vez no la conozcamos nunca), no deberíamos inventar cuentos para llenar el hueco. Una respuesta en blanco es un incordio, pero una respuesta falsa es un peligro.
Centrémonos, en cambio, en lo que sí sabemos.
Como, por ejemplo, que las nuevas ideas no surgen de la nada, sino de la asociación y combinación de ideas antiguas.
O, como decía Einstein, que “la creatividad es esencialmente un juego combinatorio”.
Dejemos a un lado musas y genios y aprendamos a jugar.

Mito 2: La creatividad es un don

Tu creatividad es como el color de tus ojos: naciste con ella. Y cada cual con la suya. En una escala del cero al cien, a Shakespeare y compañía les tocó un cien, al común de los mortales un veinte y a los contables (con perdón) un rotundo cero.
 
O eso dice el mito.
 
Pero alguien muy creativo es alguien que crea mucho, no alguien con buenas notas en los test de inteligencia.
 
Y si Einstein (y tantos otros) tenían razón y la creatividad es esencialmente un juego de combinación de ideas, la riqueza de tus construcciones dependerá más de tu técnica y de tu trabajo que de cualquier talento innato.
 
Crear es soñar despierto, pero con estrategia.
Y todos podemos hacerlo.
Con una intención parecida, Andy Warhol se preguntaba: “¿Por qué la gente cree que los artistas son especiales? [El suyo] es solo otro trabajo”.
Hay personas con más talento y personas con menos pero, como en el cuento de la liebre y la tortuga, el que gana no es siempre el más rápido.
La creatividad no es un don y creer lo contrario es perjudicial para todos.
Peligroso si te crees creativo, porque puedes dormirte en los laureles.
Catastrófico si crees que no lo eres, porque nunca lo intentarás.

Mito 3: La imaginación es más importante que el conocimiento

El mito dice así: “Acumular conocimiento es acumular ideas antiguas y eso es cosa de las instituciones, de las ratas de biblioteca y de viejos hombres polvorientos. La creatividad, en cambio, consiste en crear ideas nuevas y es cosa de gente joven y rebelde, con una viva voluntad de romper con todo lo antiguo”.
Un bonito cuento. Lástima que sea mentira.
Porque el conocimiento no solo es bueno para la creatividad: es imprescindible.
El conocimiento y la experiencia vital son el punto de partida de todo proceso creativo. Son la materia prima que troceamos y transformamos para construir nuestros escenarios, nuestros personajes, nuestras tramas.
Incluso Mozart, el niño prodigio, la encarnación del mito, del genio creador, tenía esto a decir sobre la importancia del conocimiento: “La gente se equivoca cuando piensa que el arte fluye con facilidad en mí […]. No hay un solo maestro del pasado cuya música yo no haya estudiado una y otra vez”.
Sin conocimiento, la creatividad se muere de hambre.
Abrázalo.
Cuanto más amplio sea, más rica será la materia prima con qué trabajarás y más numerosas las posibilidades.

Mito 4: La creatividad puede aprenderse

Si este mito fuera un hombre sería un cínico incorregible. Esta es su (hipotética) descripción de una lluvia de ideas:
“Una banda de borregos sonrientes cuelgan papelitos de colores en la pared de una sala de reuniones. Los agrupan por temas con la esperanza de que el Dios de los post-it les revele lo que ellos son incapaces de ver. Pero la auténtica creatividad, el auténtico arte, no se aprenden y no pueden alcanzarse con un puñado de trucos. Un truco tal vez te ayude a ir más rápido, pero las ideas que estaban fuera de tu alcance, seguirán estándolo. Si no fuera así significaría que cualquiera, a fuerza de práctica y estudio, puede convertirse en un artista”.
Pero…
¿Y si fuera verdad que a fuerza de práctica y estudio cualquiera puede convertirse en un artista?
¿Y si fuera verdad que el método y la técnica pueden hacernos más creativos?
Arthur VanGundy, un veterano autor del campo de la resolución de problemas, lo planteaba así: “[Las técnicas creativas] no tienen nada de misterioso. Pueden multiplicar y magnificar la capacidad mental de las personas [porqué], desafortunadamente, esta suele estar infravalorada e infrautilizada”.
Creativo es aquel que crea mucho y la técnica, que pone orden al proceso creativo, minimiza el tiempo perdido y ofrece alternativas cuando nos atascamos, nos ayuda a crear más.
La técnica, en la práctica, nos hace más creativos.
Y, maravilla de maravillas, puede aprenderse.

Mito 5: La razón y la creatividad son incompatibles

Cuanto más racional, menos creativo. A fin de cuentas, ¿cómo podrían razón y lógica, con su rigidez formal y su previsibilidad, ser otra cosa que un lastre para la creatividad?
Suena convincente pero basta un poco de experiencia para darse cuenta de que es profundamente falso.
Es cierto que para generar ideas es necesario dejar volar la imaginación y aceptar todo lo que nos venga a la cabeza, por loco que sea.
Pero por fascinante que resulte la figura del creador loco (Salvador Dalí viene inmediatamente a la mente), la parte loca, la parte libre, la parte expansiva del proceso creativo, es solo la mitad de la historia.
Una imaginación libre engendrará multitud de ideas (algunas buenas, la mayoría horribles) y tarde o temprano la razón deberá entrar en escena para separar lo brillante de lo absurdo.
Para el escritor, razón y creatividad son tan compatibles como necesarias.
Necesitamos ser soñadores locos para generar muchas ideas.
Necesitamos ser fríos e implacables jueces para asegurar que solo las mejores encuentran un lugar en nuestra obra.

¿Cómo sacar partido a todo esto?

La creatividad no es mágica.
La creatividad no es un don.
La creatividad puede aprenderse como cualquier otra cosa y, por si fuera poco, el conocimiento (tan aburrido él) y la razón (tan seria ella) son esenciales para el proceso creativo.
¡Menuda visión!
Triste, prosaica y sin brillo.
Deprimente, ¿no crees?
Que las apariencias no te engañen.
Que la creatividad sea algo terrenal es una gran noticia.
Significa que las maravillas del arte no vienen de otro mundo.
Vienen de este. Vienen de ti.
Deshazte de los mitos que te impiden crecer.
Dejar de sufrir por si tienes o no talento.
Estudia. Escribe.
Es todo cuanto necesitas.

cumple años

Estoy seguro que hace mucho tiempo, hace muchas reencarnaciones; yo me llamaba Adán y seguramente tú te llamabas Eva. Lo sé porque cuando t...