"En teoría,
no hay diferencia entre la teoría y la práctica. En la práctica, la hay."
Esta cita, de autor incierto, captura la esencia de cualquier actividad creativa.
Puedes conocer toda la teoría del mundo, pero hasta que no hundas tus manos en el barro no tendrás ni idea de lo que se siente "desde el otro lado", el lado del creador.
Hay muchas formas de pasar a la práctica.
Puedes empezar a escribir, sin más.
Pero esto no suele ser suficiente.
Lo ideal es complementar la escritura libre con ejercicios más específicos, que te permitan trabajar aspectos concretos del oficio del escritor (diseño de personajes y de tramas, elección del tono y la voz narrativa, uso de distintos tipos de narradores y tiempos verbales…).
Veamos un ejemplo.
Supongamos que vas a escribir una obra de ficción.
A la hora de diseñar tus personajes, puedes limitarte a pensar un poco en ellos, pero lo más probable es que esto dé como resultado personajes poco definidos y poco interesantes.
Una sentencia de muerte para cualquier historia…
Un buen ejercicio para profundizar en la psicología de tus personajes consiste en responder a un cuestionario que te obligue a reflexionar sobre todas las facetas de su vida.
Existen muchos cuestionarios distintos que te ayudarán a ello (e incluso puedes diseñar uno propio), pero te propongo utilizar uno que fue creado por el mismísimo Marcel Proust.
Aquí lo tienes:
Esta cita, de autor incierto, captura la esencia de cualquier actividad creativa.
Puedes conocer toda la teoría del mundo, pero hasta que no hundas tus manos en el barro no tendrás ni idea de lo que se siente "desde el otro lado", el lado del creador.
Hay muchas formas de pasar a la práctica.
Puedes empezar a escribir, sin más.
Pero esto no suele ser suficiente.
Lo ideal es complementar la escritura libre con ejercicios más específicos, que te permitan trabajar aspectos concretos del oficio del escritor (diseño de personajes y de tramas, elección del tono y la voz narrativa, uso de distintos tipos de narradores y tiempos verbales…).
Veamos un ejemplo.
Supongamos que vas a escribir una obra de ficción.
A la hora de diseñar tus personajes, puedes limitarte a pensar un poco en ellos, pero lo más probable es que esto dé como resultado personajes poco definidos y poco interesantes.
Una sentencia de muerte para cualquier historia…
Un buen ejercicio para profundizar en la psicología de tus personajes consiste en responder a un cuestionario que te obligue a reflexionar sobre todas las facetas de su vida.
Existen muchos cuestionarios distintos que te ayudarán a ello (e incluso puedes diseñar uno propio), pero te propongo utilizar uno que fue creado por el mismísimo Marcel Proust.
Aquí lo tienes:
Cuestionario Proust
Simula que realizas una entrevista con tu personaje y anota en cada pregunta la
respuesta que él o ella daría.
1. ¿Principal rasgo
de su carácter?
2. ¿Qué cualidad
aprecia más en un hombre?
3. ¿Y en una mujer?
4. ¿Qué espera
de sus amigos?
5. ¿Su
principal defecto?
6. ¿Su
ocupación favorita?
7. ¿Su ideal de
felicidad?
8. ¿Cuál sería su
mayor desgracia?
9. ¿Qué le gustaría
ser?
10. ¿En qué país
desearía vivir?
11. ¿Su color
favorito?
12. ¿La flor que más
le gusta?
13. ¿El pájaro que
prefiere?
14. ¿Sus autores
favoritos en prosa?
15. ¿Sus
poetas?
16. ¿Un héroe de
ficción?
17. ¿Una
heroína?
18. ¿Su compositor
favorito?
19. ¿Su pintor
preferido?
20. ¿Su héroe de la
vida real?
21. ¿Su nombre
favorito?
22. ¿Qué hábito ajeno
no soporta?
23. ¿Qué es lo que
más detesta?
24. ¿Qué es lo que
más valora en sus amigos?
25. ¿Qué don de la
naturaleza desearía poseer?
26. ¿Cómo le gustaría
morir?
27. ¿Cuál es el
estado más típico de su ánimo?
28. ¿Qué defectos le
inspiran más indulgencia?
29. ¿Tiene un lema?
Pero ten cuidado.
Este ejercicio es más difícil de lo que parece.
La primera recomendación es que le dediques tiempo.
Una hora cómo mínimo absoluto.
Si respondes a cada pregunta con un par de palabras, como el niño al que obligan a hacer los deberes, no descubrirás nada relevante sobre tu personaje.
La segunda recomendación es que no respondas al cuestionario “en nombre de” tu personaje.
Me explico.
Utiliza el cuestionario a modo de guion para una entrevista imaginaria entre tú (en el rol de entrevistador) y tu personaje.
Habla con él y deja que responda libremente.
Hazle preguntas complementarias si tu olfato te lo sugiere.
Y, a medida que avances, plasma en el papel la transcripción de esa entrevista.
Esto te ayudará a conocer a tu personaje de un modo mucho más profundo y te permitirá experimentar con su forma de hablar (algo esencial para los diálogos).
Incluso puedes ficcionar totalmente la entrevista y escribir una escena en la que uno de tus personajes entreviste a otro.
Esto es justamente lo que hizo Laura Jardí.
Pero ten cuidado.
Este ejercicio es más difícil de lo que parece.
La primera recomendación es que le dediques tiempo.
Una hora cómo mínimo absoluto.
Si respondes a cada pregunta con un par de palabras, como el niño al que obligan a hacer los deberes, no descubrirás nada relevante sobre tu personaje.
La segunda recomendación es que no respondas al cuestionario “en nombre de” tu personaje.
Me explico.
Utiliza el cuestionario a modo de guion para una entrevista imaginaria entre tú (en el rol de entrevistador) y tu personaje.
Habla con él y deja que responda libremente.
Hazle preguntas complementarias si tu olfato te lo sugiere.
Y, a medida que avances, plasma en el papel la transcripción de esa entrevista.
Esto te ayudará a conocer a tu personaje de un modo mucho más profundo y te permitirá experimentar con su forma de hablar (algo esencial para los diálogos).
Incluso puedes ficcionar totalmente la entrevista y escribir una escena en la que uno de tus personajes entreviste a otro.
Esto es justamente lo que hizo Laura Jardí.
En su caso, el personaje entrevistado era Adela (una mujer ya mayor y un tanto excéntrica) y el personaje entrevistador era su hija (una mujer de mediana edad con un marcado sentido práctico).
Aquí tienes un fragmento de dicha entrevista:
—Mamá, ¿cuál es tu ideal de felicidad? —pregunta Laura levantando la voz.
—La felicidá, a, a, a, aaa, me la dio tu amo, o, o, o, ooor, la felicida, a, a, a, aaa…
—Mira que tiene años esta canción —comenta Laura— Y, dime, ¿cuál sería tu mayor desgracia?
—La mayor desgracia es hacerse mayor —contesta Adela— pero tú siempre serás joven, no como yo.
—Mamá tú estás muy bien.
Adela ahora camina más recta y sonríe.
—Eso es porque no me relaciono con viejos, que eso se pega.
Una maravilla, porque bajo ese humor barato vemos ya claramente a una mujer atormentada por la vejez.
De todos modos, lo que importará no será tanto lo que escribas en este ejercicio, sino lo que descubras sobre tu personaje mientras lo hagas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario